El jueves habló Cristina Fernández de Kirchner y, tal como suele suceder, su discurso se adueñó de la agenda mediática y de las intervenciones en las redes sociales. ¿Será candidata? ¿Ratificó su decisión de no participar en las elecciones? ¿Le subió el precio a Javier Milei con sus críticas para perjudicar a JxC o realmente teme que pueda convertirse en el nuevo presidente?
Cada cual interpretó sus conceptos a partir de sus propios criterios. Si había confusión antes del acto del Teatro Argentino de La Plata, ahora hay mucha más, ya que apuntó a sembrar la inquietud para mantener su centralidad dentro del tablero político, colocándose en las antípodas de un Alberto Fernández que, con su renuncia, no consigue que le sirvan un café ni en una confitería.
Lo dije hace un año y lo repito. Los únicos responsables de este fracaso son Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa. Se robaron hasta lo que no había, fundieron a los laburantes y ahora nos quieren responsabilizar. Háganse cargo. pic.twitter.com/M9JpYIhQj6
— Roberto García Moritán (@Robergmoritan) April 25, 2023
Entre tantos interrogantes que quedaron sin respuesta, lo único que quedó en claro es que la coalición oficial pasó a convertirse en el Frente de Todos Menos Alberto (FTMA). Bastaba con mirar a los asistentes para comprobarlo. Allí estaban los cristinistas de siempre, representantes de organizaciones sociales y una nutrida delegación del Frente Renovador.
Las ausencias no fueron menos significativas, aunque se trate de actores políticos que día a día van perdiendo su ya limitada gravitación, a pesar de que se esfuercen en aparecer públicamente, realizando anuncios que, de haber sido formulados tiempo atrás, hubieran generado algún tipo de repercusión pública.
A esta altura, los que pegaron el faltazo podrían ser catalogados como “las viudas de Alberto”: el jefe de Gabinete, Agustín Rossi, los ministros más cercanos al Presidente, como el canciller Santiago Cafiero; el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández; la ministra de Trabajo, Kelly Olmos o el intendente de Hurlingham, “Juanchi” Zabaleta.
Otros socios fundadores del “albertismo” han preferido tomar distancia desde hace tiempo, para tratar de reinsertarse bajo el paraguas protector de Cristina. Los casos más destacados son los de la ministra de Desarrollo social, Victoria Tolosa Paz, el ex titular de Educación, Nicolás Trotta y el conductor Obras Públicas, Gabriel Katopodis, quienes aspiran a continuar con sus carreras políticas después del hundimiento de Alberto.
El caso de Trotta es muy interesante, ya que fue despedido por el presidente debido a las críticas de Cristina, quien lo había incluido en el grupo de “funcionarios que no funcionan”. Sin rencor ni prurito alguno, Trotta recompuso inmediatamente la relación con la vicepresidente, y este jueves recibió un rol central en el acto de La Plata.
Tolosa Paz también tuvo su premio, al ser la única mencionada por Cristina con nombre y apellido por su presencia en el evento, aunque no quedó en claro si esto implicaba un perdón por su desempeño previo, o simplemente lo hizo para dejar en evidencia al resto de los “albertistas” que no habían concurrido.
Katopodis no tuvo la misma suerte. Simplemente apareció perdido entre la multitud.
Si simplemente se tratara de evaluar la tracción de votos y el predicamento personal de los ausentes, el Frente de Todos Menos Alberto podría dormir tranquilo. El problema es que, pese a su constante devaluación, todavía desempeñan cargos significativos dentro del Gobierno nacional y de la estructura partidaria nacional.
No tienen prácticamente capacidad de iniciativa, pero sí de daño, ya que están a cargo de áreas clave relacionadas con el proceso electoral, la seguridad, el trabajo y las Relaciones Exteriores.
Mientras que Cristina mantenga latente la posibilidad de candidatearse, su impacto será relativo. Pero no debe dejarse de tener en cuenta que el FTMA es un polvorín que podría estallar ante un paso al costado de la vicepresidente, quien es a la vez su principal socia y el factor disciplinador. Por esta razón reprendió sin nombrarlo a Juan Grabois para llamarlo a silencio en sus devastadoras críticas internas.
El jueves, Cristina se limitó a ganar tiempo y a reafirmar su centralidad ante propios y ajenos. Alimentó el cacareo. Con eso le alcanzó.