Walter Correa es uno de los tantos hijos desplazados de su terruño, creció con el resentimiento enquistado en su piel. La juventud lo sorprendió trabajando en una de las tantas curtiembres apostadas sobre el Reconquista, que aún continúan tirando sus desechos contaminantes en el curso de agua.
Allí conoció a otros “cumpas” de la tendencia revolucionaria peronista, sombríos resabios del fracaso de la dictadura pasada, a los cuales Alfonsin les habría abierto la puerta de par en par, ahora ataviados en trajes de tolerantes y respetuosos de las instituciones democráticas.
Más tarde, Carlos Menem le daba el golpe de horno final, al “entrismo” paciente de esta “juventud maravillosa”, ya atraídas con las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final durante el gobierno radical.
Más tarde, durante el periodo de Néstor Kirchner, la hipocresía de esta sociedad que todos supimos construir (o destruir), encarnada en el mismo Kirchner; dio por tierra con las leyes antes mencionadas. La batalla cultural, en la que aún nos encontramos inmersos, estaba perdida.
Correa es uno más de los que no conoció a Perón, pero si mamo consecuentemente todo el daño que la subversión desplegó en el país, y se enamoró de ello.
De delegado gremial, y secretario de Seccional, pasó a ser Secretario General del Sindicato de Obreros Curtidores de la República Argentina (SOCRA), en 2012 y vuelto a reelegir en 2016.
En el medio de las dos designaciones fue elegido concejal en Moreno, a través de un acuerdo con el siniestro Mariano West, y le aportó su fuerza de choque hasta la salida del marplatense de la intendencia de Moreno. Por aquellos años era común ver a los muchachos “curtidores” obstruyendo el recinto del HCD.
Fue el mismo West quien habilitó la presencia de sindicalistas dentro de las listas de Concejales en su primer mandato, cuestión que ya debió haber sido observada por la legislación de la Provincia de Buenos Aires hace tiempo, ya que las dos actividades se encuentran reñidas con el espíritu del ámbito legislativo.
Al término de su periodo como edil, en el que no tuvo la menor relevancia, fue elegido diputado nacional ingresando al lugar número 10 de la lista del Frente para la Victoria.
Como legislador nacional apoyó los dos proyectos IVE, intentó alguna regulación en el sistema de pensiones, dentro de una actividad que está en franca retirada, como lo es la curtiembre y metió sus narices en regulaciones para el teletrabajo a distancia, actividad en la que no tiene ningún conocimiento, (solo tiene estudios secundarios).
En 2019, compitió en la feroz interna de “6” desatada en la localidad, quedando entre los últimos. Su lista contenía personajes de la izquierda revolucionaria y el comunismo vernáculo.
En 2021, volvió a la lista de diputados nacionales, pero esta vez le tocaba el puesto 17, y no ingresaba entre los titulares, accediendo a una banca como suplente.
Desde el inicio de la pandemia supo tejer relación con Máximo Kirchner y la Cámpora, por lo que recibía recursos desde arriba y los desplegaba políticamente en la localidad, desde alimentos hasta la instalación de vacunatorios.
Misteriosamente aparece en los últimos días como ministro de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires. Designado por el mismo Axel Kicillof (comparten su devoción por el trapo rojo). Sin dudas se trata de unos de los tantos ministros que cerrarán las puertas, cuando ya hayan pasado “todos” hacia el lado de la civilidad.
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