La saga de las malogradas intervenciones del Concejo Deliberante, intentando darle legalidad a una Ordenanza que avale la construcción de un polideportivo en Cuartel V, tiene un correlato.

Los entrecruzamientos febriles entre los jefes de bloque, forzando habilitar la extraordinaria del miércoles pasado, contienen un ingrediente desconocido hasta este momento.

La jugada maestra intentando hacerles pisar el palito con el quórum propio al oficialismo, resultó sumamente peligrosa y puede acarrear consecuencias inesperadas para todos los miembros del cuerpo.

A la visible reunión en un lugar público entre Damián Contreras y (candidato massista) y Leonardo Coppola (PRO, director en CABA); se suma la intervención de Cristian Ritondo (conductor del concejal Naya) con el mismo Sergio Massa, para que interceda con el camporista Máximo Kirchner en persona, y que este retire a la concejal Marisol Gallardo de la mayoría automática marielista.

La treta funcionó el miércoles en la extraordinaria, pero el trato se rompió el jueves durante la ordinaria, faltando cinco minutos para que se cumpliera el tiempo estipulado para ingresar al recinto, la empleada de ANSES Marisol Gallardo (La Cámpora); hizo su aparición para finalmente aportar el voto número 12, que le permitiría al Ejecutivo local aprobar la Ordenanza en cuestión.

Gallardo se mostró impertérrita durante las 4 horas y 45 minutos que duró la sesión, y no hizo uso de la palabra, al contrario de sus compañeros de bloque, en el que todos hablaron dando su apoyo a Mariel Fernández, inclusive los “mudos” del grupo.

Los interrogantes son variados: ¿Quién o quienes hicieron caer lo acordado en las esferas más altas del Gobierno?

Por el lado de la oposición. se pueden comprender las presencias de Demian Naya (Ritondo), y María Selva Aguilar (Coppola); pero porqué se ausentó Gisele Agostinelli (Joaquín De La Torre), y se sentó Julian Cigna?, si también responde a Joaquín De La Torre.

Va siendo hora, que los concejales de los distritos, sean alcanzados por las generales de la ley, y sea pasibles de severas penalidades para juzgar sus desaciertos, inclusive después de concluir sus periodos, para que la función pública sea valorada más allá de un simple paseo por un parque de diversiones.