La caída constante de las reservas del Banco Central puso en jaque a Alberto Fernández y Sergio Massa, que juegan simultáneamente en tres tableros distintos para evitar un colapso económico ante la ausencia de divisas destinadas a la importación y a contener posibles corridas en el mercado financiero.
El gobierno tiene respaldo de Joseph Biden, Xi Jinping y Lula da Silva, pero las reservas se evaporan más rápido que el apoyo explícito desplegado por esos líderes globales para acelerar las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), obtener un rescate de los BRICS y lograr el prefinanciamiento de las importaciones que llegan desde Brasil.
El dólar consolidó la baja pero aumenta la tensión por la caída de reservas del Banco Central - Infobae https://t.co/YcVQl46byv
— gabriela anti K... (@GabrielaAnti) May 4, 2023
El ministro de Economía negocia en reserva un recalibramiento de las metas acordadas con el FMI, y planteó que se adelanten todos los desembolsos restantes para 2023. Se trata de 10.700 millones de dólares que podrían terminar con el jaque constante que enfrenta Massa en el Palacio de Hacienda.
Biden apoya las negociaciones de Massa. Fue explícito cuando conversó a solas con Alberto Fernández en el Salón Oval, y Kristalina Georgieva ya sabe qué quiere la Casa Blanca respecto a la Argentina.
Sin embargo, el líder demócrata no puede manejar el tiempo y la burocracia del Fondo, dos factores que conspiran para llegar a un acuerdo en el board que evite nuevas zozobras financieras e institucionales.
El Banco Central pierde reservas todos los días, y el staff del FMI se mueve en cámara lenta. En Washington entienden qué sucede con los mercados y las importaciones, pero su ritmo de acción está condicionado por un canon burocrático que no puede conciliar con las urgencias que tiene la Casa Rosada.
Balcarce 50 necesita al menos un desembolso antes que concluya junio y esta necesidad estructural será difícil de satisfacer si se entiende cómo funciona el FMI. Primero se debe cerrar un Staff Level Agreement (SLA) y después ese acuerdo se eleva al directorio del Fondo, que controla Estados Unidos.
Un SLA, en las actuales circunstancias de la Argentina, podría llevar al menos cuatro semanas. Y a continuación, el SLA se gira al directorio que, habitualmente, se toma diez días corridos para plantear sus objeciones o adelantar sus avales.
Hay un fast track para acelerar el tratamiento del SLA en el board, y sucederá si Biden lo pide, pero todo se vuelve engorroso. Argentina es corrida por el reloj, y el tiempo no es una circunstancia política que se pueda controlar totalmente desde el Ala Oeste de la Casa Blanca.
Biden aceptó avalar la negociación de Massa con el FMI porque Alberto Fernández reformuló su discurso respecto a la guerra de Rusia contra Ucrania. Si eso no hubiera sucedido, Washington no hubiera decidido apoyar los esfuerzos del Palacio de Hacienda para cerrar un acuerdo que permita sobrellevar la crisis económica y la actitud rampante de los mercados.
Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica integran los BRICS. Lula da Silva tiene excelente relación con Xi Jinping y solicitó al líder chino su colaboración para lograr que el banco de los BRICS apoye a la Argentina con fondos frescos. Xi aceptó la propuesta de Lula y el próximo 29 de mayo se tratará en Shangai una reforma del artículo 7 del estatuto del banco de los BRICS para aportar una solución financiera destinada a robustecer las reservas.
En un contexto económico complicado, y a pocos meses de las PASO, Alberto Fernández y Massa tomarán todos los fondos que lleguen para fortalecer las reservas y esquivar una crisis institucional.
Alberto Fernández y Massa creen que la negociación sobre las garantías podrían terminarse en quince días, y a partir de ese momento el Banco Central dejaría de financiar en dólares una parte de las importaciones de Brasil, que se harían con un flujo constante de reales.
Biden, Xi y Lula respaldan el esfuerzo del gobierno para fortalecer las reservas del Banco Central, un instrumento monetario fundamental para la economía. Alberto Fernández y Massa se mueven contra reloj en un escenario geopolítico que ya no tiene un guión predeterminado.
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