En el volátil contexto argentino, las elecciones presidenciales generalmente representan un factor adicional de incertidumbre en la economía local. No solo el resultado es desconocido por la propia naturaleza del proceso democrático, sino que el programa de Gobierno a aplicar se conoce solo vagamente y difiere marcadamente entre candidatos.
De esta manera, los resultados electorales pueden generar un cambio drástico en las expectativas que se suma al largo sendero que se debe recorrer desde las PASO hasta el cambio de mando para generar un combo muy difícil de gestionar, tal lo observado en 2019.
ELECCIONES PASO | Estos son los resultados de las PASO 2023 pic.twitter.com/2SGRZVUNPW
— LA NACION (@LANACION) August 14, 2023
Apenas conocidos los resultados, la primera reacción fue una caída promedio del 12 por ciento de las acciones argentinas en Wall Street, que luego recortó para finalizar en -4 porcentual.
Sin embargo, más allá del rol de las expectativas, como se comentaba en informes anteriores, la sorpresa del triunfo de Javier Milei impacta sobre una economía con las reservas del BCRA en mínimos de 16 años, pese a la creciente batería de restricciones, con la actividad estancada (-0,5 por ciento de diciembre 2022 a mayo del 2023) y los ingresos retrocediendo (-2,3 por ciento de diciembre 2022 a mayo del 2023).
Así, la delicada situación previa a las PASO explica buena parte de la magra performance del oficialismo, que salió tercero en la peor elección de su historia, pero también es clave para entender las turbulencias que comenzaron esta semana y seguirán los próximos meses.
Economía enclenque y tambaleante
Con este trasfondo, como primera medida, el Gobierno finalmente concedió el lunes un salto discreto (20 por ciento) del tipo de cambio, luego de la cual se buscará mantener la cotización fija hasta el 22 de octubre.
En paralelo, la segunda medida consistió en elevar un 21 por ciento la tasa de interés de referencia del Banco Central, ubicándola en 118 por ciento anual (TNA), es decir 9,8 por ciento mensual. Así, si uno reinvierte los intereses mensuales, la tasa que efectivamente se paga por los plazos fijos y las LELIQS se ubica en el 209 por ciento anual (TEA).
La intención detrás de esto es hacer atractivos los elementos de ahorro en pesos con tasas por encima de la inflación pasada (+3,3 por ciento en este caso) y desincentivar la dolarización de carteras.
En ambos casos, se trata decisiones impopulares que finalmente el Gobierno toma en medio del segundo tramo de la campaña electoral, ya sea porque era una parte no divulgada del acuerdo con el FMI o por la propia imposibilidad de defender los valores vigentes al cierre del viernes. Cabe señalar que sigue siendo crítico para el Gobierno poder acceder al desembolso de 7.500 millones de dólares, que el board del FMI discutirá el 23/8, para poder estabilizar en algún grado la situación.
No obstante, sin un plan más general, la devaluación falló en contener la brecha cambiaria y existen evidencias que está ocurriendo un importante traslado a precios (pass through). En mismo sentido, al finalizar la semana, las cotizaciones paralelas registraron un aumento en torno al 20 por ciento, habiendo tocado niveles similares a la crisis post salida de Martín Guzmán.
A su vez, la cotización que prevé el mercado de futuros para fin de año es de 690 pesos por dólar (aunque se debe tener en cuenta que es un mercado relativamente pequeño y muy volátil).
Si bien el postergado dato de inflación de julio arrojó un nivel relativamente calmo respecto del resto del año, el inconveniente es la repercusión en precios que tendrá la devaluación y la suba de tasas.
Es que, en una economía que tiene niveles inflacionarios altos, el pasaje a precios resulta más rápido que en aquella que tiene una inflación moderada. Tomando de referencia la devaluación de enero y febrero de 2014, que también se hizo sin el anuncio de un programa más amplio, con cepo cambiario y reservas escasas (29.432 millones de dólares), el salto de 24,3 por ciento, terminó impactando rápidamente en los precios, que venían de crecer 4,9 por ciento en los 2 meses previos y pasaron a hacerlo al 10,5 porcentual en los 2 meses próximos.
De esta manera, en la actualidad, con una inflación que parte de un nivel mucho más alto (109 por ciento anual), el pasaje a precios podría ser aún mayor y es altamente probable que la inflación supere los dos dígitos en agosto y septiembre.
De hecho, ya se han actualizado algunos precios importantes como la nafta (15 por ciento), los alimentos (Arcor subió un 25 por ciento sus productos, la carne creció un 15 por ciento) y los automotrices (autos con aumentos desde el 15 por ciento y neumáticos hasta un 25 por ciento).
En este contexto, las medidas pueden quedar obsoletas rápidamente, ya que si se mantiene fijo el dólar mientras avanzan los precios pasa a deteriorarse el tipo de cambio real, quedando atrasado. Además, con una alta inflación la tasa de interés que parecía en términos reales positiva puede quedar disminuida, quitando el atractivo a los instrumentos en moneda local.
El Gobierno se pega un tiro en el pie
En definitiva, el efecto de esta política monetaria contractiva, que impacta negativamente sobre la economía y sobre los ingresos, puede tener corta duración por la fluidez de la indexación de precios. Entonces, no se puede descartar que el Gobierno deba realizar nuevos saltos devaluatorios antes de las generales aunque buscará evitar ese escenario, y pasar costos a una próxima administración, mediante la utilización del segundo tramo del swap con china que se destrabaría a partir del desembolso del FMI.
En el contexto particular del agro, la devaluación dejó obsoleto el último Programa de Incremento Exportador que incorporaba a cultivos como maíz, sorgo, cebada y girasol a un tipo de cambio diferencial de 340 pesos por dólar.
La equiparación de un tipo de cambio más competitivo, tanto para el resto de las exportaciones, como para las importaciones, va en la dirección adecuada. Sin embargo, dado que no se relajaron las restricciones comerciales en paralelo a la devaluación, no se espera una mejora en el sobreprecio en dólares que hoy tienen los fertilizantes.
Además, como no se comprimió la brecha cambiaria en el marco de un plan de estabilización más general, los precios medidos a dólar MEP de las principales exportaciones no muestran mejoras.
En definitiva, el oficialismo no tiene margen para revertir la derrota electoral mediante la clásica expansión del gasto público y el retraso del dólar oficial. Por el contrario, la economía va a sufrir un deterioro en los próximos meses y la devaluación, que por años se buscó evitar, llega finalmente en el tramo final de la campaña. Hacia adelante, queda un recorrido donde el Gobierno buscará defender la cotización de 350 pesos por dólar posiblemente con dificultades crecientes a medida que la inflación deteriore la competitividad ganada.